En la actualidad, la humanidad se enfrenta a riesgos a largo plazo, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, las pandemias mundiales, etc. Abordar estos desafíos requiere la cooperación intergeneracional, ya que una sola generación no puede resolverlos de manera absoluta. Los mecanismos que ayudan a desarrollar la cooperación en dilemas sociales dentro de una sola generación incluyen la reciprocidad, el castigo de terceros y las instituciones centrales de aplicación de la ley, pero estos no funcionan de manera óptima en un contexto intergeneracional.
Un estudio realizado por el profesor Oren Pérez, de la Facultad de Derecho, y Eliran Halali, del Departamento de Psicología de la Universidad Bar-Ilan, examinó los aspectos conductuales de la implementación de un mecanismo vinculante, una herramienta de «regulación intergeneracional» que puede evitar que una generación actúe de manera que ignore las necesidades de las generaciones futuras. Los hallazgos sugieren espacio para el optimismo y el diseño de regulaciones.
Un ejemplo de fracaso a la hora de abordar el desafío climático es el nuevo fenómeno del blanqueo climático. Muchas empresas han publicado recientemente compromisos para reducir las emisiones de carbono y eliminarlas por completo para 2050. Sin embargo, los estudios indican que estos compromisos no son fiables. Un informe de 2023 del instituto de investigación InfluenceMap encontró que casi 300 empresas de la lista Forbes 2,000 que publicaron compromisos climáticos corren el riesgo de «lavado verde». Un estudio de 2024 del Banco Central Europeo puso en duda la eficacia de los compromisos climáticos de los principales bancos, dados sus patrones de préstamo.
Un mecanismo vinculante puede garantizar la eficacia continua de las medidas necesarias para hacer frente a los dilemas intergeneracionales. Ayuda a movilizar el apoyo político de la generación actual para iniciar una cadena de cooperación intergeneracional, tanto garantizando la eficacia continua del esfuerzo como abordando el problema de la desconfianza en la voluntad de las generaciones futuras de actuar de manera altruista. Estos mecanismos de vinculación pertenecen a una categoría única de herramientas de «regulación intergeneracional» diseñadas para cerrar la brecha de confianza entre generaciones.
Halali, jefa del programa de Psicología Socio-Organizacional, y Pérez, directora de la Escuela de Sostenibilidad y Medio Ambiente de la Universidad Bar-Ilan, investigaron experimentalmente los aspectos conductuales de la implementación de un mecanismo vinculante para promover la cooperación intergeneracional. Examinaron si las personas estarían dispuestas, voluntariamente, a invertir en un mecanismo vinculante (a pesar del daño a su bienestar personal) y examinaron el efecto de agregar la opción de implementar un mecanismo vinculante en la supervivencia del fondo común a través de las generaciones.
Los 97 participantes en el estudio fueron asignados a cadenas de cinco generaciones. Cada participante representaba a una de las cinco generaciones. El primer participante recibió un recurso de 100 unidades, que compartieron con las generaciones futuras. El recurso se rellenaba a 100 unidades si el participante pasaba al menos 50 unidades a la siguiente generación, es decir, no usaba más de 50 unidades. En el grupo de control, cada participante (generación) podía elegir entre dos opciones: consumir las 100 unidades, lo que agotaría el pool para que ninguno de los futuros participantes (generaciones) pudiera usarlo y ganar una bonificación; o consumir 50 unidades, lo que cumpliría con el umbral de renovación del grupo (recarga a 100 unidades), para que el siguiente participante (generación) pudiera elegir cómo usar el recurso y ganar una bonificación. En el grupo experimental, a los participantes se les dio la opción adicional de un mecanismo de unión: podían atar las manos del siguiente participante (generación) invirtiendo 10 unidades en un mecanismo de unión (consumiendo solo 40 unidades). El mecanismo de enlace evita que el siguiente participante consuma todo el recurso (100 unidades), dejando solo la opción de elegir entre consumir 50 unidades o activar un mecanismo de enlace.
El estudio tuvo tres hallazgos principales: primero, hay un grupo significativo en la población de altruistas a largo plazo que están dispuestos a renunciar a las ganancias personales para mejorar no solo el bienestar de la próxima generación, sino también el de la generación posterior (a diferencia de los altruistas a corto plazo que solo miran a la siguiente generación después de ellos). En la primera generación, el 27% de los participantes optó por invertir en un mecanismo vinculante diseñado para garantizar el bienestar de la tercera generación atando las manos de la segunda generación (junto con el 38% que exhibió altruismo a corto plazo, tomando solo 50 unidades del recurso compartido, y el 35% de egoístas que tomaron todo el recurso para sí mismos).
En segundo lugar, también se encontró que los mecanismos de compromiso producen beneficios a largo plazo al aumentar el número de cadenas que lograron preservar el grupo compartido a través de todas las generaciones (en comparación con el grupo de control). Mientras que en el grupo con el mecanismo de unión, el 48,5% de las cadenas de generación sobrevivieron hasta la cuarta generación, en el grupo control cuyos participantes no estuvieron expuestos a la opción de un mecanismo de unión, solo el 24,8% de las cadenas sobrevivieron hasta la cuarta generación.
Por último, los resultados del estudio también indican el desarrollo de una norma de inversión en un mecanismo vinculante. Aunque el mecanismo de unión era voluntario, las generaciones posteriores a la primera tendían a seguir utilizándolo.
Los hallazgos del estudio tienen varias implicaciones para el diseño de herramientas regulatorias intergeneracionales. En primer lugar, se encontró un apoyo significativo para activar un mecanismo de unión en la primera generación a pesar de su costo. Este hallazgo indica el apoyo público a la incorporación de mecanismos vinculantes en el contexto climático, en particular dada la preocupación por el lavado climático. En segundo lugar, la decisión de invertir en un mecanismo vinculante refleja una falta de confianza en la voluntad de la segunda generación de actuar de forma altruista. Este hallazgo puede apoyar la construcción de instituciones que puedan cerrar la brecha entre las generaciones actuales y futuras, desarrollando así la confianza necesaria. Israel fue uno de los primeros países en adoptar un mecanismo de este tipo en la forma del Comisionado para las Generaciones Futuras (desafortunadamente, la Knesset abolió la institución de la Comisión en 2010). Por último, la conclusión de que la incorporación de un mecanismo vinculante tuvo un efecto positivo en la tasa de bienestar agregado intergeneracional (a pesar de ser voluntaria e implicar un costo) justifica la adición de mecanismos vinculantes al conjunto de herramientas regulatorias en Israel.